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martes, 12 de mayo de 2015

Indecisa - Capítulo 7 (Andrea P. M.)

CAPÍTULO 7 

 

(Andrea P. M.)

 

Noelia, que había estado observando el pequeño altercado ocurrido en el cuartito de descanso del personal del bar, sonrió con satisfacción, pues había encontrado una manera de librarse de aquella insulsa joven que acompañaba a su chico. Porque, al fin y al cabo, Jack seguía siendo de ella, y lo sería siempre, sólo debía recordárselo. En cuanto todos habían abandonado la estancia, ella se había levantado de su asiento oculto en un rincón, se había atusado el cabello y había caminado sobre sus tacones de vértigo hasta la barra donde se hallaba ahora el chico causante de aquél altercado entre amigas.

Éste, que era nada más ni menos que Richard, a pesar de la rabia que lo carcomía por dentro por su metedura de pata y la adrenalina que aún corría por sus venas, no pudo evitar fijarse en aquella chica que caminaba hacia él como una diosa, semejante a cualquier ángel de Victoria Secret. Aunque Noelia de ángel tenía poco, más bien encarnaba al mismísimo diablo, aunque Richard todavía no lo supiera.

—¿Qué le pongo? —preguntó éste mientras secaba el culo de un vaso con un trapo demasiado húmedo para tal menester. Aunque para húmedos los labios de la joven que no paraba de sonreír.

—¿Estás bien? —preguntó ella haciendo un mohín sensual, dibujando a su vez, corazones sobre la superficie de madera de la barra con la yema del dedo índice—. He visto que no te llevas bien con Jack y que ambos estáis interesados en la misma chica.

Richard se quedó sorprendido de que conociera a Jack, a ese motero pretencioso y chulesco que le crispaba los nervios sólo de verle.

—¿Conoces a Jack? —preguntó, intentando en vano sonar indiferente.

Noelia volvió a sonreír porque sabía que le tenía en el bote.

—Más que eso, soy su novia, y no me gusta nada como tu amiguita se ha metido entre nosotros. Quiero recuperarle y tú me vas a ayudar —le dijo mirándole fijamente—. Conozco un secreto de Jack que no quiere que salga a la luz y estoy segura de que, si esa mosquita muerta se entera, no lo querrá volver a ver.

Richard, interesado por la conversación, dejó el trapo a un lado.

—¿Qué quieres a cambio de ese secreto? —preguntó el rubio, que ya había advertido que aquello le costaría un precio.

—Quiero que me digas todo lo que sabes acerca de esa estúpida chica. —Hizo una pausa—. Absolutamente todo.

 

***

 

En cuanto salieron del establecimiento, Jack se quedó pensativo un instante antes de montar en su Harley. Ella le había suplicado que no insistiera más en querer saber la razón de su tristeza, y él, que quería ganarse su completa confianza, aceptó dejar el tema aparcado. Inmediatamente, una vez con el casco puesto, le hizo un gesto a Jessica para que montara e hiciera lo mismo. Ella, aunque estaba enfada por el numerito entre ella, la que creyó que era su mejor amiga, y Richard, no pudo resistirse a él, quien había sido tan considerado concediéndole intimidad tras pillarla descompuesta, y obedeció aferrándose a su cintura una vez subida en la moto.

Comenzaron a cruzar la ciudad más deprisa que nunca y los cabellos de ella danzaron junto al viento debido a la velocidad.

«¿A dónde demonios me lleva?», se preguntó Jessica mientras las dudas le agolpaban la mente. Durante el breve trayecto no dejó de preguntarse cómo había llegado a ese punto, donde resultaba ser que Emy, su amiga de toda la vida, estaba colada por Richard, y éste, a su vez resultó ser un falso que le había mentido cuando le había dicho que estaba interesado en ella. Tampoco comprendía por qué estaba con Jack a pesar de conocerse mutuamente sólo de manera superficial. Sentía que Jack, como un duro y frío iceberg, sólo le había mostrado una pequeña parte de él y que la mayor parte, aún seguía escondida bajo el océano. Quizás por ello sentía un intenso magnetismo hacía él; todo en Jack era misterioso.

En cuanto bajaron de la moto, una vez aparcada, Jack estrechó a Jessica en sus firmes brazos y la besó como nunca lo había hecho. Fue inesperado, haciendo de ella un verdadero flan. Sentía que en cualquier momento iba a desfallecer. Y es que Jack no sólo era misterioso, era pasional, con una pasión que hacía estallar en llamas su dulce corazón.

—Ven, quiero enseñarte algo —dijo él mientras la cogía de la mano y la conducía hasta el portón de una casa. Lo que se imaginó Jessi que era su casa.

—¿Y el concierto? —preguntó Jessica confusa.

—¡Que le den al concierto! —exclamó Jack mientras cogía en volandas a la chica y cruzaban el umbral de la puerta como si de una pareja de recién casados se tratase.

Jessica, dispuesta a olvidarse de momento de lo ocurrido con su amiga y con Richard, comenzó a reír ante el gesto tan inesperado de su acompañante. Reía y reía, mientras sus pies seguían sin tocar el suelo y éste la subía hasta el piso de arriba.
Jack la dejó caer con delicadeza encima de la cama y por un segundo Jessica pensó lo peor. Ella seguía siendo virgen y todavía no se sentía preparada. Miró a Jack con el temor reflejado en su rostro. Él debió darse cuenta porque empezó a reír.

—Mi pequeñaja pensando cosas divertidas cuando yo sólo quería darle un concierto privado —explicó él sarcástico mientras cogía el mástil de la guitarra que tenía en su habitación apoyada junto a una estantería de libros de poesía.

Jessica se sorprendió ante aquel detalle, nunca hubiera dicho que a Jack le gustaba la poesía y se avergonzó por los pensamientos calenturientos que anteriormente habían comenzado a formarse en su mente.

—Te prometo que esta noche será más especial que cualquier concierto que puedas ver, porque voy a tocar sólo para ti y te abriré mi alma de tal forma que no querrás marcharte nunca de mi lado.

Acto seguido rasgó las cuerdas de la guitarra y comenzó a cantar una melodía preciosa. En ese instante, Jessica supo que Jack era algo más que su increíble físico y cada vez notaba que le gustaba más todo lo que conocía acerca de su persona. Jessica se recostó un poco más en la cama mientras la voz de él le llegaba al alma y lentamente con la imagen de Jack inclinado sobre su guitarra y sus sugerentes labios cantando su hechizante canción, ella se quedó dormida.

 

***

 

La cama era fría, Jack sentía como las sábanas oprimían su corazón y su alma hasta un punto en que la oscuridad era todo lo que quedaba. Volvía a tener esa pesadilla que le hacía recordar lo solo y roto que estaba. Inspiró hondo, intentando llenar los pulmones con algo que no fuera tóxico, porque todo en él sentía que era venenoso. Marchitaba todo lo que tocaba, todo lo que se acercaba a él acababa arruinado, se sentía como la mano de la muerte. Una desgraciada y jodida persona que no merecía ni tan siquiera esperanza, no merecía a la chica que dormía plácidamente a su lado. Jack buscó bajo la almohada su móvil. La luz de la pantalla le cegó durante un instante hasta que sus ojos pudieron acostumbrarse. Vio que era poco más de las dos de la madrugada, también vio algunos WhatsApps de un número desconocido.

«Sé tú secreto y pronto verás como todo lo que amas se desmorona».

—¿Jack?

La voz de Jessica llegó a él en un susurro. Fue casi como un murmullo, todavía seguía dormida pero el chico necesitaba irse de allí lo más deprisa posible. Se sentía asfixiado. La habitación estaba sumida en la penumbra y la silueta de ella se le antojó desagradable, aunque no era por Jessica en absoluto. Ahora mismo le dolía el verla. No debía haberla dejado entrar en su corazón. No debería haberse enamorado.

—Sigue durmiendo, princesa —dijo él con cariño mientras pasaba la mano por sus sedosos cabellos oscuros.

Jessica agotada por toda la emoción que durante el día había vivido entrecerró los ojos, con la visión de su sexy motero junto a ella. Jack supo que enseguida volvería a dormirse, lo cual hizo que sintiera un profundo alivio pues no tendría que explicarle nada de lo que estaba sucediendo.

El pasado volvía a rondarle la mente y es que parecía que nunca podría librarse de lo que el año anterior había sucedido en su antiguo instituto. Había sido culpa suya. Iba borracho, con su antigua pandilla y habían estado jugando a los retos. Un reto que había llegado demasiado lejos.

Se levantó de la cama, y se puso su cazadora de cuero, salió a hurtadillas amparado por las estrellas y cogió su moto. El aire de la velocidad comenzó a azotarle los cabellos y se sintió libre. Ligero de problemas, sintió como sus preocupaciones se desvanecían. Aparcó en el aparcamiento del puerto y respiró hondo mientras bajaba de la moto. Volvió a mirar su móvil, una vez más.

«Despídete de tu adorable amor, comienza el juego».

Con una impotencia que no hacía más que crecer en él, se llevó las manos a la cabeza. Lucharía por Jessica y quien quiera que le hubiera mandado esos mensajes iba a pagar por ello. Enseguida pensó en Noelia, pero desechó la idea, era demasiado cruel hasta para ella. O eso quería pensar.

En ese instante Jessica despertó, sola, en una habitación desconocida y sin Jack a su lado. Quiso saber dónde estaba él, pero antes de poder levantarse, la pantalla de su móvil se iluminó. Era un mensaje de Richard y sintió como su corazón, que andaba por su cuenta, se aceleró al leer las palabras que le dedicaba:

«Jessica, lamento lo ocurrido con Emy. Quiero que sepas que ella para mí no es nadie y que lucharé por ti hasta el final; ningún chulito me va a frenar. También haré todo lo posible por no fastidiarla otra vez.

Perdóname, he sido un estúpido por hacerte sufrir y no haberme dado cuenta antes de que estoy locamente enamorado de ti».

Estaba todavía asimilando lo que acaba de decirle Richard, cuando Jack hizo acto de presencia. Tras dedicarle una tímida sonrisa, le pidió que la llevara de regreso al bar aprovechando que todavía era temprano y que tan sólo había pasado una hora desde que ambos abandonaron aquel lugar.

Jack, quien se mostraba como ausente, como si su mente no estuviera allí junto a su cuerpo, asintió con la cabeza sin decir nada, aceptando su petición; diez minutos después, estaban de regreso.

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