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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Pasión Desenfrenada: Cuarta y Última Parte

   Alzó sus caderas una vez más, para luego dejarse caer con fuerza hasta enterrarse hasta el fondo del todo en su interior, provocando que ambas pelvis chocasen de nuevo. Repitió los movimientos varias veces más, cada vez con más velocidad, sumergiéndose una y otra vez en la cálida y acogedora cavidad de Jane.
   Ésta acogía las embestidas con mucho gusto, disfrutando del momento. Sus talones descansaban sobre las desnudas y firmes nalgas de Max. Sus brazos que seguían esposados en el cabezal, se agitaban bajo los empujones que ejercía el hombre sobre ella.
   Ambos estaban con las pieles perladas en sudor, acalorados y jadeantes. Sus respiraciones trabajosas estaban agitadas. Apenas podían susurrar algo más que no fuera un <<Oh, sí, no pares>> o <<esto se siente tan jodidamente bien nena>>.
   Los minutos se sucedían sin pausa alguna, las arremetidas cada vez eran más frenéticas, los ritmos cardiacos estaban a niveles peligrosamente altos. Las hormonas estaban extremadamente revolucionadas y el nudo de tensión sexual que se habían formado en ambos ardientes cuerpos, estaba a punto de desatarse en una explosión que los dejaría a los dos flotando en las nubes; y así fue, tras veinte minutos de toma que te dale, compartiendo fluidos, besos, caricias y palabras susurrantes, llegó el clímax pisando fuerte. Los dos lo abrazaron con fuerza y se dejaron llevar por la espiral de placer que los engullían.
   En cuanto descendieron del cielo, los amantes quedaron exhaustos, con las frentes apoyadas la una en la otra y con los rescoldos del orgasmo, todavía fluyendo por sus desnudos y ahora satisfechos cuerpos.
     ¡Oh, Dios! —exclamó Jane, con la voz agitada—. ¡Ha sido maravilloso!
   Ni que lo digas... —afirmó Max, besando sus labios una vez más. Cuando dejó de beber de ellos, añadió—: Esto tenemos que repetirlo...
   La miró a los ojos, sin saber qué diría ella al respecto. Una cosa era quedar para follar, y luego <<si te he visto, no me acuerdo>>, cada uno para su casa, ¡y listo! Pero otra bien distinta sería repetir... Eso bien se podría considerar una relación... De qué tipo, sexual o algo más serio, no lo sabía, todavía era pronto para saberlo. Además, se acababan de conocer y aún no sabían mucho el uno del otro. Si ella lo rechazaba, entonces la dejaría ir y no la molestaría nunca más, pues si volvía a repetir de nuevo la experiencia orgásmica y placentera que acababa de vivir, seguro que acabaría enganchado a ella y a su sublime cuerpo como un drogadicto y querría más, y más... y no se conformaría con menos. O aceptaba tener algo entre los dos, o en ese momento se acaba lo que fuera que se había formado entre ellos; Jane tenía la última palabra.
   Jane lo miró incrédula. No sabía qué responderle. No había pensado en eso... En verdad, no había pensado en nada. Se había dejado arrastrar por las ganas de echar un polvo con ese hombretón que tan caliente la ponía, que no se había parado a pensar en el después... Tenía que reconocer que lo que había visto de él, le gustaba... y mucho. Pero no estaba segura de nada... ¿Y si se acababa enamorando de él y luego la abandonaba cuando éste se hartase por que solamente ansiaba de ella su cuerpo? Ella no quería ser la amante de nadie, quería una relación con futuro... No esperaba que Max aceptara así sin más algo serio con ella, pero sí quería saber si él estaría de acuerdo y dispuesto en al menos intentarlo...  
 Max... yo... —lo notó ponerse tenso. Su mandíbula la tenía ahora cerrada con fuerza—. La verdad es que me gustaría repetirlo y más de una vez...
   Pero... —dijo él, saliendo y quitándose de encima de ella con lentitud. Jane sintió un vacío al no sentirlo ahora dentro.
   No quisiera que me tomaras por lo que no soy —susurró. Tenía la mirada baja, pues no tenía el valor de afrontar la suya—. Lo que he hecho hoy ha sido algo excepcional, no voy por ahí acostándome con el primero que me encuentro.
   Yo no he dicho lo contrario —puntualizó él, que ya se estaba incorporando. Se quitó el condón usado y después de hacerle un nudo, lo tiró al suelo. 
   Lo sé. Pero quería dejarlo claro. Al igual que quiero que sepas que yo soy más de relaciones serias...
   Ahora sí que levantó la mirada para ver la reacción de él.
  Yo también. Aunque confieso que ahora mismo no sé si estoy preparado para comenzar con una.
   Entonces, no hay nada más que decir —dijo resignada, con una mirada triste reflejada en sus ojos—. ¿Me puedes liberar por favor? Los brazos se me están comenzando a entumecer.
   Sí, claro. Perdona —Max se levantó y cogió del armario las llaves de las esposas y con éstas, las abrió.       
   Jane se masajeó los brazos, para que volviera a circular mejor la sangre por ellos. Mientras, Max tomaba unos Boxes del primer cajón de la mesilla de noche y se los ponía.
    Estaba serio. Era obvio que ella no quería tener con él de vez en cuando un revolcón. Quería algo más. Y aunque en un principio eso era lo que él quería, ahora no estaba del todo seguro, pues él quería una mujer que aceptara el lazo que había entre él y Michelle. Y no sabía si ella era sería esa mujer o no...
    Jane, por su parte. Se había incorporado en la cama y estaba comenzando a vestirse. Ahora que las llamas de la pasión se habían extinguido y la realidad se hacía paso en su ya despejada mente, se sentía mal. No era que se arrepintiera, aunque tampoco lo tenía muy claro, pero sí que estaba algo decepcionada. Creyó por un momento que él aceptaría sin preámbulos quedar de nuevo para intentar algo juntos; pero por lo visto, estaba equivocada.    
   —Espero que no te importe regresar a tu casa en taxi, pues no puedo abandonar el piso... No ahora que mi hermano no está.
   Aunque Jane sentía una tremenda curiosidad por saber porqué razón no podía hacerlo y qué era lo que le estaba ocultando, no dijo nada. Simplemente asintió con la cabeza mientras terminaba de vestirse, sin sostén; éste se encontraba destrozado y tirado en el suelo.
   Sin decir nada más, Max tomó el preservativo usado y el sujetador del piso y salió de la habitación para ir a la cocina. Desde allí, tras haber tirado lo que portaba al cubo de la basura, llamó a un taxi. Cuando regresó, se encontró a Jane terminando de calzarse los zapatos; también había ordenado un poco la cama.
   Jane... —la llamó desde el vano de la puerta donde estaba parado con un grueso hombro apoyado en el marco.
    La mujer se giró a mirarlo. Sintió un nudo en el estómago al verlo así de sexy, con el torso desnudo y vistiendo solamente unos vaqueros desabrochados que en algún momento, se había puesto.
   ¿Sí? —preguntó ella tras tragar saliva. Ese hombre le robaba la respiración con tan sólo su presencia.
   Antes te dije que no sabía si estaba listo para una relación seria, pero no dije que no estaba dispuesto a intentarlo y probar a ver...
    Ella lo miró perpleja, sin saber qué decir. Por un lado le consolaba saber que él estaba tan interesado en ella, que incluso se esforzaría en intentarlo. Pero por otro lado, no estaba tranquila con la situación. Apenas lo conocía y no sabía cómo consideraba él el concepto <<relación sería>>. Quizás para él, una relación así consistía en ser los dos fieles el uno al otro, y punto, sin llegar a más. En cambio, ella quería estabilidad, un futuro, una boda, hijos... Todo lo que su ex nunca quiso.
   Max, ¿realmente qué es lo que quieres de mí? —le preguntó Jane, dando un par de pasos hacia delante, para ponerse enfrente de él y más cerca.
   Conocerte, saber si eres una mujer tan maravillosa como presiento... Volver a probar tu néctar, sentir de nuevo tu pasión. Verte sonreír. Escuchar tu voz... Lo quiero todo de ti —confesó al fin, sorprendiéndoles a ambos. Él no se esperaba abrirse así, pero si querían intentar algo juntos, eso era lo mejor.
   ¿Y si te dijera que yo busco lo mismo en ti y que si lo que encuentro me gusta mucho, querré más? —él la miró con el ceño fruncido, mientras asimilaba sus palabras—. No digo que sea algo cercano, pero si todo marcha bien, me haré ilusiones y querré dar un paso más... Querré ser una mujer casada y tener niños... —antes de que él dijera algo, aclaró—: No quiero que pienses que te obligo a comprometerte a todo esto si aceptas, solo quiero que sepas como soy, que es lo que espero de la vida, de una relación... ¿No decías que querías conocerme? Así soy yo... Y si en tus planes del futuro no te ves casado de nuevo, ni con hijos ni nada por el estilo, entonces, será mejor que pongamos punto y final a esta locura...
   Max, que hasta entonces la miraba con interés todo serio, sonrió. Jane se sintió morir derritida en un charco en el suelo, cuando lo vio hacerlo.
   ¿Me creerías si te dijera que mis planes son similares a los tuyos? —confesó—. Si ya estuve una vez casado, ¿porqué no iba a volver a estarlo? Y con respecto a lo otro... Será mejor que vengas, antes de que decidas nada, hay algo que tienes que saber...
   Le tendió la mano y, algo dubitativa, Jane se la tomó. Él tiró de ella y la llevó fuera de la habitación. Sin soltarla, la guió hasta el fondo del pasillo, donde había una puerta cerrada. Con la mano libre, giró el pomo y la abrió. Una vez que había ingresado en el dormitorio, se dirigió en la oscuridad hasta la mesilla de noche y encendió la lamparita; Jane se había quedado en la puerta esperando.
   Nada más iluminarse la instancia con una débil luz, Jane pudo ver a una niña de unos dos años, durmiendo en una cama. Sus cabellos eran del mismo color que los de Max. Era muy bonita y dormía abrazada a un osito de peluche.
   Max, que se había alejado de la mesilla, estaba en ese momento arropando a su niña, que estaba medio destapada.
   Te presento a mi hija Michelle.
   Jane, tras la revelación había atado cabos:
   Ésta preciosidad es la razón por la cuál tu hermano y tú os comportabais de manera tan extraña, ¿no?
   Max asintió con la cabeza. Volvía estar serio. Estaba esperando a ver qué opinaba ella tras confesarle lo que le estaba ocultando desde que la trajo a su piso.
   ¿Porqué la has ocultado hasta ahora y no me lo dijiste antes?
  No sabía cómo te lo ibas a tomar... Si te echarías atrás al ver que era padre. Tampoco sabía si te gustaban los niños o no... Y te tenía tantas ganas, que no quería arriesgarme.
   Aquella afirmación inflamó el ego de Jane. Con una sonrisa en los labios, se acercó a él, se sentó en su regazo y colocó los brazos en su cuello; Max estaba gratamente sorprendido por cómo se estaba desarrollando los acontecimientos, por eso, la besó con pasión renovada.
   El sonido del timbre del interfono, rompió la magia del momento.
    Creo que mi taxi ya está aquí —se lamentó Jane, mientras se incorporaba.
   Con un suspiro de resignación, Max hizo lo mismo.
   Entonces... ¿Nos volveremos a ver? —le preguntó éste, mientras los dos iban cogidos de la mano, hacia la cocina para atender la llamada.
   Si ella decía que sí, entonces estaría admitiendo que no le importaba que él fuera padre y que estaría dispuesta a intentar tener una relación seria con él. Si ponía alguna excusa, le daba largas o directamente, le decía que no. Entonces él tendría que admitir que todo se había acabado entre ellos... Aunque lo lamentara.
   ¿Es lo que realmente deseas tú? —ya habían alcanzado la cocina y el timbre estaba sonando por segunda vez.
   Lo que yo realmente quiero es que te quedes a pasar la noche aquí conmigo para demostrarte de nuevo lo mucho que deseo estar contigo.
   Jane jadeó ante tal confesión, sintiendo cómo se volvía a humedecer. Se había quedado tan gratamente sorprendida, que no pudo articular palabra alguna. Por eso, se limitó a asentir con la cabeza.
   En el rostro de Max se dibujó una sonrisa ladeada, acompañada de una mirada pícara cargada de promesas húmedas. 
      Ponte cómoda, enseguida regreso.
    Max se bajó a pagarle y despedir al taxista, mientras Jane regresaba al dormitorio y se desnudaba de nuevo.
    Ninguno de los dos sabían qué ocurriría tras otra loca sesión de sexo, ni si las cosas le irían bien en un futuro, pero lo que sí tenían claro, era que lo iban a intentar y que se iban a dejar llevar por la Pasión Desenfrenada que surgía cada vez que estaban juntos.


FIN