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domingo, 10 de mayo de 2015

Indecisa - Capítulo 5 (Hada Fitipaldi)

CAPÍTULO 5

 

(Hada Fitipaldi)

 

Jack se apeó de su Harley, sacudiendo su pelo negro y algo despeinado mientras se quitaba el casco. Se había saltado la última clase para llegar a tiempo a recogerla. Faltar a una asignatura no era algo que le quitara el sueño, lo había hecho muchas veces antes, por eso repetía curso, pero en aquella ocasión ni siquiera había sentido el ya conocido malestar de arrepentimiento que se acumulaba en la barriga. No es que no quisiera seguir estudiando, pensaba ir a la universidad mientras trabajaba en el taller de su hermano para pagarse los estudios. Pero el hecho de verla a ella, el subidón del momento por así decirlo borraba cualquier otra emoción que pudiera roerle las entrañas.

Aquella misma mañana se había presentado Noelia en su casa, con su minifalda enseñabragas y la lengua viperina, que no tardó en meter en su boca como una pirata exigiendo su festín. Pero no lo había disfrutado en absoluto, y se había sorprendido poniéndola en el patio de su casa señalándole el camino a la calle. Aquella mujer era parte de su pasado, como el cigarrillo que en aquel momento colgaba de sus labios. Dos caladas pausadas mientras oteaban el patio del instituto de Jessica, aún vacío. Siempre era el mismo ritual, dos chupadas largas del cigarro para después tirarlo al suelo y pisarlo con fuerza, imaginándose que en aquel canuto también residían los recuerdos, pero estos se resistían a aplastarse con la fuerza de su suela, adhiriéndose a su mente como chupópteros. Se pasó las manos por la cara frotándose con fuerza, y con paso decidido se dirigió a las taquillas por las que solía aparecer la preciosa morena a la que iba a buscar.

 

***

 

Jessica estaba confundida, por decirlo de alguna manera. Desde la promesa de conquistarla que Richard le había hecho hacía solo unos días, no había vuelto a hablar con él. Pero sus miradas si habían chocado en más de una ocasión, notando como aquellos ojos azules como el cielo la acariciaban por todas partes intentando llegar a su corazón. Y sentía el deseo que desprendía del cuerpo de su amor platónico, aquel chico parecía querer fundirle los huesos con su simple presencia. Lo peor era que lo conseguía, y si no se había rendido a sus pies era porque Jack aparecía cada día en su moto a la salida de clase para recogerla. Como un ángel vengador enorme y seductor, se acercaba con paso decidido agarrándola por la nuca y plantándole un beso en la comisura de los labios. Justo el límite entre lo decente y lo carnal, un contacto para ponerle la piel de gallina y calentarla por dentro.

Aquel día fue algo diferente, porque cuando salió de clase lo encontró junto a su taquilla, con su sempiterna chupa negra; la sonrisa ladeada que prometía el cielo y el infierno a la vez. Eran aquellas sonrisas las que llevarían a cualquier mujer de cabeza a la perdición con la felicidad por bandera, porque a pesar de ser consciente de lo poco que conocía a aquel chico misterioso, Jessica no se lo pensó y fue a su encuentro.

Cuando estuvo a su alcance, Jack alargó la mano, atrapó su melena oscura entre los dedos, y acercándola a él con posesividad le plantó un beso en los labios. No una caricia o un leve aleteo de labios, no. Un morreo en toda regla, de esos que quitan la respiración y te hacen pensar que el aire es innecesario. Solo cuando Jessica se olvidó hasta de sí misma Jack se separó poco a poco de ella, sonriendo ampliamente como un fiero león ante su más preciada presa.

─¿Te he dicho que estás preciosa hoy?

─No te ha dado tiempo, tu lengua me ha llegado antes que tus palabras. ─Jessica lo miró con una leve sonrisa, yendo aturdida de sus labios a sus ojos negros y vuelta a empezar. Después pareció darse cuenta de que decenas de jóvenes les rodeaban y notó el calor en sus mejillas─. ¿Y a qué ha venido el cambio de modalidad de beso? Porque no sé si ha sido lo más conveniente.

Señaló disimulada a los que les rodeaban, intentando hacerle ver a Jack lo mucho que estaban llamando la atención. Pero él se limitó a sonreír más si cabía, cerrando las manos en torno a su rostro y acercándose de nuevo a su cara, pero sin rozarle los labios.

─¿A ti te ha gustado?

─Sí.

«¡Mucho, quiero más!», gritaba su cerebro. ¿Acaso era capaz un beso de despertar tantas sensaciones? Ahora sabía que sí, y no pudo dejar de pensar que si el beso del cine con Richard hubiera sido de otro modo, sin Anna y sin enfados de por medio, quizás hubiera sentido algo parecido.

─Pues eso es lo importante. ─Entonces Jack le cogió los libros del brazo, cargándolos con facilidad mientras la agarraba por la cintura─. Respecto al cambio de modalidad, es porque es viernes, y te voy a llevar a un sitio especial. Siempre que no tengas otros planes, claro…

Richard eligió ese momento para entrar en escena, «siempre tan oportuno», pensó Jessica. Y a pesar de ir colgada de uno de los chicos más sexys que había visto en su vida, y de que todavía le ardían los labios del tremendo beso que le había dado, no pudo apartar la vista de Richard. Estaba increíble, como siempre, y la miraba como nunca, como había soñado durante meses que lo hiciera. Con deseo, con admiración y también con celos. Se podía oler la tensión en su cuerpo, en su postura lista para saltar sobre su acompañante.

Y es que Richard estaba quemado, había pasado otra noche de soledad en su casa, que se cernía como una pesada losa sobre su espalda. Por fin había llegado el viernes, el fin de semana prometía ser mucho mejor y había albergado la esperanza de compartirlo con Jessica. Pero como un buen derechazo le llegaba la imagen de ella con aquel impresentable, seguro salido de alguna banda de delincuentes, que la cogía como si le perteneciera luciendo su conquista ante los ojos de todos.

Apretó varias veces los puños, notó cómo le hormigueaban de las ganas que tenía de arrancarla de los brazos de aquel tipo y echársela al hombro para alejarla de todo. Pero no era fan de montar espectáculos, y sabía que no ganaría puntos con ella haciendo algo así. Así que se tragó su orgullo, atragantándose con su sabor y se dispuso a pasar junto a ellos, aguantando la mirada de suficiencia de él a la vez que le devolvía todo el odio que sentía con la suya. Después observó los dulces ojos expectantes de ella. Pero ¿qué era lo que esperaba Jessica? Porque le había ofrecido que fueran amigos y él se había negado. ¿Acaso podía tener alguna esperanza con aquella preciosa chica después de todo?

La idea le dio una fuerza renovada para seguir luchando, y cuando la pareja estaba pasando por su lado, echó la mano hacia el lado al encuentro de la de Jessica. Solo sus dedos se rozaron en un suave toque casi imperceptible, casi. Pero el hormigueo se extendió por todo su brazo, y lo mejor fue que consiguió que ella se volviera y lo mirara. Casi pudo escuchar el grito de júbilo que dio su cerebro, cuando aquellos ojos miel lo miraron con mucha atención. Le respondió con la más seductora de sus sonrisas mientras se alejaban en una silenciosa despedida.

Jessica tardó unos segundos en coger el casco que Jack le tendía, ya que Richard siempre conseguía perturbarla, y cuando centró su mirada en la oscura del chico, notó como este arrugaba el ceño en un claro gesto de enfado.

─¿Te ocurre algo?

Jack se le quedó mirando unos segundos que se entremezclaron pesados con las respiraciones de ambos, para después suspirar y enfundarse su casco.

─No, es ese amigo tuyo rubito, cada vez me cae peor.

─Bueno, vas a disfrutar dos días al menos sin verlo. ─Jessica le guiñó un ojo fingiendo una alegría que no sentía del todo, ya que una parte de ella se negaba a no verlo durante el fin de semana─. Entonces, ¿a dónde me llevas?

La sonrisa espontánea y genuina de Jack volvió a aparecer, alegrando el corazón de la chica.

─Es más bien qué vas a ver. ─Jack le cogió una mano, poniéndola sobre su corazón─. Esta tarde, nena, vas a ver un pequeño trozo de mi alma, pero no se lo digas a nadie si no perderé toda mi leyenda de matón.

─Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo ─prometió haciendo el gesto de la cremallera en la boca con sus dedos.

Cuando terminó, Jack capturó su mano y en una lánguida caricia, paseó sus labios por los dedos de Jessica hasta llegar a las yemas, que introdujo poco a poco en su boca, para después chuparlas como una piruleta en una húmeda caricia que le puso la piel de gallina. Con un intercambio mudo de miradas, lleno de promesas y deseos, se montaron en la moto del chico y recorrieron las calles de la ciudad. Estacionó frente a un bar de aspecto moderno, con amplias cristaleras y un portero que parecía un armario con cara de malas pulgas.

Jack se bajó de la moto ayudándola después, y cuando capturó su mano, no volvió a soltarla tirando de ella hasta el enorme tipo de la puerta. Jessica admiró una vez más la seguridad que desprendía aquel chico, teniendo solo un año más que ella. Una fortaleza envidiable que se escapaba por cada poro de su piel, y no pudo hacer otra cosa más que suspirar y dejarse llevar. Nunca nadie la había llevado de la mano, excepto su madre y su padre, claro. Quizás era más conveniente decir que nunca la había llevado un macizo de aquella magnitud, como si ella fuera un pastelito y él un hambriento chico con ganas de devorarla. Porque todo en Jack era provocación y seducción, y por si eso fuera poco, el recuerdo de sus besos le latía aún en los labios.

El interior de aquel bar era de cálida madera oscura y metal, en una combinación exquisita. Al frente se hallaba la barra, en la que un camarero secaba unos vasos con la vista fija en su trapo. Jessica lo observó más detenidamente porque aquella era la mirada que ella solía utilizar cuando estaba pensando en otra cosa, y algo en el aspecto de aquel chico le resultó familiar. Puede que fuera el pelo rubio que le caía desordenado hasta los hombros, o quizás el aire soñador con el que tanto se identificaba. Pero el sonido que comenzó a llenar la estancia hizo que desviara la atención del chico.

En un lateral podía distinguirse un pequeño escenario de madera muy bien equipado con amplificadores e instrumentos musicales. Una batería se erguía orgullosa entre todos ellos, y una figura larga con el pelo rojizo sobre la cara daba golpes sin cesar sobre platillos y tambores, en un ritmo que se pegaba e incitaba a bailar.

Jack la llevó hasta allí, sentándola en una silla pegada al escenario, y dándole un suave beso en el dorso de la mano, saltó sobre el mismo para coger una guitarra negra que había en un caballete. En seguida se unió al sonido del batería, reproduciendo la canción de Sweet Child O´Mine de Guns&Roses, y Jessica descubrió algo nuevo de Jack aquella tarde. Y es que con la guitarra en la mano brillaba de un modo diferente, casi mágico, de esa forma magnética que te hace acercarte a las personas sin dudarlo. Y eso iba a hacer ella, dispuesta estaba a saltar al escenario y aplaudir como una fan enloquecida, pero cuando se estaba levantando de la silla un pie se le enganchó a la pata de metal y tuvo que mirar hacia atrás.

Entonces lo vio. Richard cargaba una caja de refrescos en dirección a la barra. Llevaba una camiseta de manga corta y podía ver a la perfección sus brazos tonificados, aquellos entre los que tantas veces había deseado estar. Cuando se encontró con sus ojos todo desapareció a su alrededor, incluida la música estupenda que aquellos dos tocaban. Se perdió en sus profundidades azules, nadó en ellas, y se dejó arrastrar por la corriente hasta que se encontró a su lado.

─¿Qué haces aquí? ─preguntó Jessica con vacilación.

─Eso te lo tendría que preguntar yo a ti, preciosa. Este es mi bar.

─No sabía que trabajabas aquí, ni en cualquier otro lugar.

─Hay muchas cosas de mí que no sabes. ─La voz de Richard era tan sugestiva y erótica que Jessica tuvo que tragar con dificultad y mirar al otro camarero de la barra, que la observaba divertido─. Aunque en realidad el que trabaja aquí es mi hermano ─dijo señalando al otro chico─, yo solo me paso a hacer algunas horas los fines de semana.

─Encantado, soy Ryan, como verás la parte más atractiva de la familia.

Jessica alargó la mano para estrechársela, mientras veía divertida como se tiraban el trapo de secar los vasos de uno a otro.

─Pues encantada, es un placer conocer al hermano guapo ─dijo lanzándole una mirada juguetona a Richard, que este le devolvió encantado. ¿Acaso le había empezado a perdonar por lo ocurrido la noche del cine?

─Y ¿qué te trae por aquí? A parte del magnífico ambiente, claro.

─El grupo que toca.

─¿Los conoces? ─soltó Richard.

─Creo que tú también…

Pero Jessica no pudo terminar la frase, porque en apenas un suspiro vio como una mano se estampaba contra el pecho de Richard, haciendo chocar su cuerpo contra la barra.

─Pero ¿qué te has creído, imbécil? ¡Quítate de encima!

─Creo que te advertí de que no molestaras a Jessica o te rompería la cara.

Richard empujó por los hombros a Jack, que retrocedió un par de pasos, aunque apenas se movió. Su cuerpo permanecía duro como una piedra por la tensión mantenida. Jessica se puso a su lado, poniendo una mano sobre su brazo intentando calmarle con aquel contacto.

─No me estaba molestando, Jack. Tan solo hablábamos.

─Me parece que él quiere mucho más de ti que hablar, ¿no es así, rubito?

─Eso a ti no te importa, chuleta. ─La mirada de Richard destilaba furia, y con los puños apretados se aproximó más a él─. Más te vale que salgas del bar si no quieres terminar mal.

─Va a resultar imposible, porque tocamos aquí esta noche.
    Richard miró contrariado a su hermano, como queriendo que desmintiera aquello, aunque Ryan no pudo más que asentir con pesar y aclarar:

─Chicos, no quiero peleas aquí dentro, así que más vale que os separéis ahora mismo o tendré que llamar a Marcus el portero y os aseguro que no es nada amable.

Jack y Richard tuvieron un choque de miradas de esas que matan, aguantando negro contra azul, oscuridad frente a luz, hasta que Jessica tiró de nuevo del brazo del primero. Solo entonces este se permitió relajarse, y rodeando por la cintura a Jessica anunció:

─Nosotros nos vamos, tenemos que descansar para el concierto y ponernos guapos ─explicó con sorna─. Déjamelo todo bien preparado para esta noche, chico.

Y con un guiño de ojo que hizo que Richard lo viera todo rojo, la pareja salió de allí, impidiendo así que estrangulara al chico de negro. Se volvió hacia su hermano, que había reanudado su tarea de secar vasos y lo observaba con una sonrisa burlona.

─Estás pillado por esa chica, ¿eh?

─No digas bobadas, Ryan.

─Lo que tú digas, hermano. ─Ryan dejó el vaso sobre la barra para coger a Richard por los hombros y sonreírle con serenidad─. Solo ten por seguro una cosa, no importa como empiezan las cosas, sino como acaban. Y el amor, hermanito, siempre termina yendo al lugar adecuado.

Con una palmada en el hombro se alejó de él, y Richard deseó que por una vez su hermano tuviera razón, y el destino le deparara una oportunidad con aquella preciosa chica.

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