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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Esclavo de las Sombras - Capítulo Trece

Jennifer agudizó el oído, para poder captar mejor la conversación que su captor, Drew, estaba manteniendo con quién estuviera al otro lado de la línea de su teléfono móvil.

—De acuerdo, eso haré. La voy a preparar para que esté lista para cuando estés de regreso y puedas realizar el ritual —le dijo el hombre, mientras se amasaba sus cabellos castaños, a su locutor—. También le diré a Austin, que vaya avisando a los demás, para que vengan y se preparen por si los exterminadores dan con este sitio y deciden venir a rescatarla —comentó Drew, mientras seguía paseándose con impaciencia por la estancia de un lado a otro—. ¡Joder!, ¡vaya puñeta! —exclamó de repente, tras bufar. Luego, tras aguantar el sermón que le estaban echando desde la otra línea, dijo—: Está bien, disculpa mi ataque de ira, señor. Haré lo que me ha ordenado, mantendré mi polla lejos de ella, tiene mi palabra.

Acto seguido, cortó la llamada con semblante serio. Se guardó de nuevo su teléfono móvil en el bolsillo de sus pantalones y se giró en dirección a donde Jennifer esperaba expectante.

—Ahora regreso —le dijo. Luego, se alejó y salió por la puerta, dejándola entreabierta.

Jennifer giró la cabeza en aquella dirección, mientras la observaba curiosa. <<¿Con quién había estado hablando? ¿Qué preparación tenía que sufrir para estar lista? ¿Lista para qué? ¿A qué misterioso ritual se refería?>>. Se preguntó mientras fruncía el ceño, toda extrañada, y se decía, que no quería conocer las respuestas. Su único y ferviente deseo en esos instantes, era el de salir ilesa de allí, y si podía ser, ¡ya mismo!

Como unos veinte minutos después, apareció Drew, todavía malhumorado. Se acercó a ella y se arrodilló enfrente suya.

—En cuanto Castiel acabe contigo, serás mía —le aclaró, mientras deslizaba su ardiente y lujuriosa mirada, por el pecho semidesnudo de ella—. Es una lástima que no tenga autorización para gozar contigo antes, pero tranquila, cuando pueda hacerlo, lo haré con creces como recompensa —alzó las manos y manoseó sus pechos por encima de la tela del sujetador rojo que llevaba puesto—. Ahora, es el momento de tu preparación.

—Pero... ¿Qué pensáis hacer conmigo? —preguntó asustada, mientras observaba como Drew comenzaba a desatarla.

—Yo, una vez que ambos seamos vampiros y vayamos a compartir la inmortalidad durante la eternidad, pienso follarte sin descanso —respondió, tras haberle liberado los tobillos. Luego, se levantó y se posicionó detrás suya, para liberarle también las muñecas.

—Eso está por ver —renegó ella, mordiéndose el labio de la rabia e impotencia—. Pero, lo que más me inquieta, son los planes que tiene Castiel conmigo...

Drew soltó una sonora carcajada, que retumbó entre las cuatro frías y sombrías paredes de la estancia, antes de ayudarla a que se pusiera en pie; la había vuelto a maniatar, pero esta vez, no la había atado a la silla, como estaba segundos antes.

—Nena, después de que el Ángel Caído y señor de las tinieblas en la Tierra, siembre su semilla en tu útero, te convertirá en vampira con la ayuda de Austin —le confesó con burla, mientras tiraba de ella y la instaba a que lo acompañase fuera de aquél húmedo agujero.

—¡¿Qué piensa hacer qué?! ¡¿Preñarme?! —preguntó ella incrédula, atemorizada y atónita— Pero... ¿Con qué intención? ¿Y para qué me va a convertir después? —estaba tan nerviosa mientras era guiada por aquél pasillo apenas iluminado, que lo único que se le ocurría hacer era soltar una sarta de preguntas, sin esperar primero las correspondientes respuestas— Y a todo esto... ¿Desde cuando una vampira puede estar preñada?

—Preguntas mucho —refunfuñó el hombre, que no paraba de tirar de ella. Pronto alcanzaron otra puerta. Sacó una llave y con ella, la abrió.

Ante los dos, apareció un dormitorio amplio, con una única cama tamaño King, una enorme bañera, de esas antiguas de cuatro patas, y una silla de madera junto a esta, con varias cosas apoyadas encima, como único mobiliario. No había ventanas allí tampoco, pero gracias al aire acondicionado, no hacía frío y la temperatura era agradable, algo caldeada de más, pero soportable al fin de cuentas.

—¿No piensas responderme? —preguntó ella a su vez, cuando ambos ingresaron en la habitación y la puerta fue cerrada con llave.

—Hagamos un trato. Si prometes comportarte y dejarte hacer, sin causarme problema alguno, por mi parte, prometo responderte a cualquier pregunta que me plantees.

Jennifer lo miró con atención. ¿Qué hacer? ¿aceptar? En cierto modo, no le quedaba otra que dejarse hacer. Pusiera o no resistencia, el hombre acabaría saliéndose con la suya y ella, en el caso de no ponerle las cosas fáciles, acabaría encima malherida... No había otra opción, aceptaría.

—De acuerdo —susurró.

Drew en respuesta, le dedicó una sonrisa de suficiencia. Se movió y se puso detrás de ella. Segundos después, Jennifer tenía de nuevo las manos libres.

—Vas a ser el conejito de Indias de Castiel —le aclaró, tras ver que, después de desatarla, se mantenía inmóvil, cumpliendo con su palabra—. Serás la primera Vampira en cinta, que tendrá en su vientre la semilla de un Ángel Caído, la de Castiel, por supuesto —añadió. A continuación, le deslizó los finos tirantes de su vestido rasgado por el frontal, por sus hombros; la prenda, resbaló hasta caer al suelo. Jennifer mantuvo el aire retenido en sus pulmones, intentando controlar los temblores de su estremecido cuerpo semidesnudo—. Por las investigaciones llevadas a cabo por un excelente grupo de científicos, a disposición de Castiel, el experimento parece factible y con un altísimo porcentaje de posibilidad, de que pueda funcionar.

Pero... ¿No se supone, que de la unión entre una humana y un Ángel Caído, nace un exterminador? preguntó la mujer, que seguía sufriendo ligeros espasmos.

Sí, eso es cierto. Pero tú, una vez embarazada, serás convertida en vampira. Entonces, cuando vayas a dar a luz, tu hijo...

¿Cómo sabes que será un varón?

Los Ángeles Caídos, siempre tienen hijos... Acaso, ¿has conocido alguna vez a una exterminadora? ella negó con la cabeza, mientras notaba en esta ocasión, cómo su raptor le abría el cierre de su sujetador, dejándole los pechos al descubierto—. ¡Qué hermosos son! Son como me los había imaginado... susurró, una vez se puso de nuevo delante suya. La devoró con la vista unos segundos, antes de alzar ambas manos para acariciarla.

Jennifer sufrió otro estremecimiento, mientras las náuseas por se manoseada por aquel loco demente, la atosigaban; a ese paso, no tardaría en vomitar la cena tan rica que había consumido horas atrás, en la base de los exterminadores.

—Entonces... ¿Qué clase de criatura engendraré? —preguntó preocupada, para tener la mente ocupada en otra cosa que no sea en el hecho de que estaba encerrada en una habitación, con un lunático sobándole los pechos, llevando únicamente, un tanga encima.

—Un exterminador-vampiro, que estará a merced de Castiel. Y si todo sale bien, entonces procreará más seres de este tipo, para crear un ejército y poder así aniquilar a todos los exterminadores existentes.

—Y hacerse así con el poder del mundo, ¿no? —dijo Jennifer con burla—. ¡Todos los villanos ansían y codician lo mismo! —exclamó furiosa.

—Exactamente —aceptó él—. Y tú y yo seremos sus siervos. Pasarás el embarazo bajo mi cargo, ya que una vez plantada la semilla de Castiel en ti, y tras ser convertida por Austin, serás de mi propiedad. Y cuando hayas dado a luz al primer exterminador-vampiro, podrás dedicarte exclusivamente a mí —le sonrió con malicia, mientras se agachaba y tiraba del borde del tanga, para bajárselos; y eso hizo, le deslizó la minúscula tela por los muslos, hasta sacársela por los tobillos y dejarla completamente desnuda.

En cuanto Drew lanzó el tanga lejos, Jennifer dio un par de pasos hacia atrás, alejándose de él mientras se cubría su feminidad con las manos.

—¡Oh, Dios! ¡Me vuelves loco, Jennifer! Mira que sabía que desnuda serías la imagen más erótica y preciosa que verían mis ojos en la vida, ¡pero mis perspectivas han sido superadas con creces! —confesó. Luego, dio varios pasos hacia ella; Jennifer, a su vez, daba nuevos pasos hacia atrás, para dejar la máxima separación posible entre los dos.

Pronto Drew acortó el espacio que les separaba, en cuanto Jennifer no pudo alejarse más, ya que se había chocado de espaldas contra la pared; se encontraba al lado del cabezal de la enorme cama.

—¡Tan suave, tan sublime! —susurró con voz ronca cuando sus curiosos dedos de su mano derecha, se posaron sobre el sexo depilado de la mujer. Jennifer jadeó asustada, y cuando un par de ellos la penetraron, se tensó como la cuerda de un arco a punto de lanzar una flecha—. ¡Ummm! ¡Y tan caliente! —añadió tras explorarla. A continuación, se pegó más a su cuerpo y la mujer, pudo notar a su pesar, que estaba excitado—. Si no fuera por que vamos con retraso, ¡te comería el coño ahora mismo! —rugió con voz ronca.

Tras soltar esa confesión, se alejó de ella. La agarró de la muñeca y la llevó hacia la tina, que estaba ya llena. Por el vapor que salía de ella, el agua tenía toda la pinta de estar caliente.

—Vamos, entra —la urgió.

Ella lo obedeció. Con mucho cuidado, levantó una de sus piernas y la metió dentro de la bañera. La otra la acompañó ipso facto. Y con el mismo cuidado para no resbalar, se sentó; el agua le llegaba a la altura de los pechos. Éstos, quedaron flotando.

—Tengo otra pregunta —dijo segundos después, mientras Drew se acercaba con una pastilla de jabón y una esponja.

—Dispara.

—En todo este maquiavélico plan, ¿Qué pintas tú?

1 comentario:

Anónimo dijo...

... La verdad es que no sé qué puedo decir. Cada capítulo me deja con más ganas de leer el siguiente. Es una novela fascinante y muy absorbente.Me muero por saber qué va a pasar. ¡Por favor, continúa pronto! ;)