Jennifer no podía dar crédito a todo lo que veía que estaba pasando a
su alrededor. Hacía escasos minutos estaba atrapada entre las garras de
aquél bastardo que había violado a su querida y pobre amiga Saraí -la
cuál yacía a pocos metros de su posición-, y ahora se encontraba tirada en el
suelo.
Saraí parecía estar mal herida, o quizás incluso sin vida,
no se movía, no se quejaba ni decía nada. Por lo que pudo ver a través
de sus constantes lágrimas y desde donde ella se encontraba, su piel
era extremadamente pálida. Y de sus brazos eran visibles las señales de
marcas de mordiscos, varios de ellos todavía estaban sangrando.
<<¿Qué estaban haciendo aquellos dos hombres con ella? ¿Morderla? ¿Chupándole la sangre? Pero aquello era imposible... <<¿Por qué harían eso?>>
Y
ahora un perro enorme, de apariencia espeluznante, apareció de la nada.
Se aproximaba lentamente, mordiendo y destrozando a todo aquél que se
le acercaba mientras iba directo hacia ellas.
Tembló de miedo y
los dientes le castañearon, con la sola idea de ser devorada por
aquella bestia inmunda. Pero el animal no las atacó. Todo lo contrario,
parecía que las estaba protegiendo; las cosas sin dudas se ponían cada
vez más extrañas.
Y cuando vio a los hombres que la habían atacado
a ella y a Saraí con largos colmillos asomando por sus bocas,
comprendió que se trataban de vampiros.
<<¡Oh, Dios mío!
¡Los vampiros existían y ellas estaban allí atrapadas con ellos
alrededor! Y para colmo, no paraban de aparecer más y más de esas
criaturas>>.
Pero entre todos los recién llegados, un
hombre rubio de larga cabellera destacaba entre ellos. Iba vestido todo
de negro y de cuero. Por lo visto, no era muy amigo de los otros, ya que
los estaba atacando. Blandía un largo látigo y con éste, comenzó a dar
diestro y siniestro a todo aquél que se atrevía a desafiarle.
¡Por fin tenían ayuda!, pero Jennifer no creía que una sola persona pudiera con toda esa horda de vampiros.
El
ladrido de otro perro igual de intimidador o más que el anterior,
apareció junto a ellas y al igual que el otro, parecía que no tenía
intenciones de dañarlas, sólo de protegerlas.
<<¿De donde salían esos extraños animales?, ¿qué estaba pasando?>> Jennifer no encontraba respuestas a todas sus dudas, solo sabía que al rubio lo superaban en número.
El
hombre la miró y le dijo que no se moviera de allí. Pero ella no quería
seguir en aquél horrible lugar, esperando a que la muerte viniera a por
ella.
Miró al coche de su amiga que no estaba muy lejos de donde
ellas se encontraban. Quizás si era lo suficientemente veloz llegaría
hasta allí y podría salir de ésta. Solamente tenía que coger las llaves
que Saraí tenía en el bolsillo, echar a correr mientras los demás
peleaban y montar en el auto.
Le daría gas y se acercaría a por su
amiga, la cuál tenía la pinta de necesitar urgentemente atenciones
médicas. Y si alguno se tropezaba en su camino, lo atropellaría sin
dudarlo dos veces. ¡Aquellos cabrones que lastimaron a su mejor amiga,
se merecían pagar por ello! Luego llamaría a la policía y a la
ambulancia, les daría la dirección de aquél asqueroso lugar; la decisión
estaba tomada.
Se arrastró lentamente hacia el cuerpo inerte de su amiga, con los ojos aún anegados en lágrimas.
<<Seguro que aún está viva>>,
se dijo una y otra vez. Simplemente se negaba a creer que Saraí estaba
muerta y que había desaparecido para siempre de su vida.
Cuando al
fin la alcanzó, tocó su pulso con manos temblorosas, pero nada, no lo
encontraba. Acercó su oreja al pecho de la muchacha, esperando
encontrarse con sus latidos, aunque fuesen débiles, pero tampoco los
escuchó.
Su llanto se volvió un sollozo y cuando al fin se calmó,
decidió con más ahínco llevar a cabo su plan: se llevaría a todos los
que pudiera por delante.
Con las llaves ya en su poder, echó a
correr todo lo que sus piernas temblorosas fueron capaces, hasta que
estuvo junto a la puerta del vehículo. Pero no alcanzó a abrirla. Un
cuerpo pesado cayó sobre su espalda, tirándola al suelo cuando se
produjo el fortuito contacto.
Intentó girarse para ver qué era lo que pasaba, pero unos colmillos clavándose en su hombro la hizo detenerse y gritar de dolor.
Aquello era insoportable y cuando creía que se iba a desmayar por esa horrible agonía, la presión de aquel bastardo desapareció.
***
Mitchell
saltó al tejado del último edificio y se asomó por la cornisa del
mismo; lo que vio allí abajo le hizo hervir la sangre.
Su amigo Dylan estaba allí, junto con su mascota y la suya, destrozando y mutilando a una multitud de vampiros y demonios.
<<¡Al fin algo de diversión!>>,
pensó para sí mismo, a la vez que sonreía deleitándose con la idea de
machacar y hacer sangrar a esos bastardos, pero cuando su mirada cayó
sobre una mujer que estaba allí atrapada, en medio de esa sangrienta
batalla, su expresión cambió de golpe. La rubia se encontraba tirada en
el suleo junto a un auto, con un vampiro sobre su espalda, gritando de
dolor; el vampiro la estaba drenando.
—Hora de trabajar —susurró, para luego lanzarse al vacío.
Nada
más tocar el suelo con sus pies, agarró del pelo al atacante de la
rubia. Tiró de él fuerte, lanzándolo lejos de la muchacha. Con los ojos
chispeando de rabia, se lanzó de nuevo sobre él, blandiendo sus dagas.
En
ese momento, dos vampiros aprovecharon la ocasión para salir corriendo
de allí, huyendo como dos perros asustados con el rabo entre las
piernas. Pero él no podía ahora encargarse de ellos, tenía un asunto
pendiente con aquél vampiro que había mordido a aquella pobre muchacha.
Si llega a demorarse un poco más, la hubiera dejado seca. De eso estaba seguro.
Lo
golpeó duramente con la pierna, dándole patadas en el pecho y en la
cara. Por último, dio un giro en el aire y cuando cayó sobre el vampiro,
sus dagas se clavaron profundamente en su garganta. Giró las muñecas
con un movimiento calculado y el cuello cedió, quebrándose y dejando la
cabeza colgando en un ángulo doloroso.
Finalmente el cuerpo se desintegró en pocos segundos.
Aún
no había terminado de observar como aquél vampiro se evaporaba, cuando
notó la presencia de un demonio que venía por detrás. Sin darse la
vuelta, lanzó el brazo hacía atrás y le golpeó los morros con el codo.
El hombre gritó de dolor, pero no le dio tiempo a más, Mitchell se
encargó de silenciarlo para siempre. Hundió sus armas una y otra vez
sobre su pecho, a la altura del corazón del demonio, hasta que éste
desapareció también.
Mientras avanzaba hacía la hermosa rubia que
estaba semi inconciente en el suelo, machacó, desmembró, mutiló hasta la
muerte, a toda criatura que osaba a desafiarle.
Al fin llegó a
ella, la tomó en sus fuertes brazos y se acercó a su colega. Aquél
temible exterminador había hecho un buen trabajo, a pesar de haber
bebido; las manchas de sus ropas y todo el caos que reinaba en el lugar,
daba constancia de ello.
—¡Hey, Mitchell! —le saludó Dylan.
—¿Estabas de fiesta y no pensabas invitarme? —preguntó irónicamente.
—Siempre
te apuntas a última hora... ¿Para qué molestarme en avisarte antes?
—dijo en broma, mientras le estrechaba la mano, en cuanto lo tuvo a su
lado.
Luego los dos hicieron un recuento de daños: sus mascotas
estaban bien, algo jadeantes y agotados, pero sin daño alguno aparente; y
la chica que transportaba Mitchell en las manos, aunque estaba herida,
seguía con vida. La peliroja, no había tenido tanta suerte.
Mitchell
miró de nuevo a la mujer que llevaba entre sus brazos y comprobó que
sus constantes vitales eran correctas. Todo bien con ella.
—Dylan, dos de ellos lograron escapar —le dijo con voz seria—. ¿Sabes lo que eso significa?
—Que
la rubia que sujetas, está en peligro y no puede regresar a su casa
—susurró Dylan, siendo cosciente de la gravedad de sus palabras.
—¿Y ahora qué? —preguntó Mitchell— ¿Qué hacemos con ella?
—¿Y ahora qué? —preguntó Mitchell— ¿Qué hacemos con ella?
2 comentarios:
¡¿Qué va a pasar?! Arrrggg Me alegra que la hayan salvado, pero Sarai... T.T Bueno, espero el siguiente capitulo!! Besos
Me he puesto al día con esta historia!! :D Estoy superintrigada por lo que pasará. Que penita me ha dado Sarai T_T Me caía bien, a pesar de que haya salido poquito.
Saludos!!!
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