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jueves, 28 de noviembre de 2013

Esclavo de las Sombras - Capítulo Cuatro



Jennifer no podía dar crédito a todo lo que veía que estaba pasando a su alrededor. Hacía escasos minutos estaba atrapada entre las garras de aquel bastardo que había violado a su querida y pobre amiga Eleanor, quien yacía a pocos metros de su posición, y ahora estaba tirada en el suelo.

Eleanor parecía estar mal herida, o quizás incluso sin vida. No se movía. No se quejaba. Por lo que pudo ver a través de sus constantes lágrimas y desde donde ella se encontraba , su piel era extremadamente pálida. Y de sus brazos eran visibles las señales de marcas de mordiscos, varios de ellos, que aún estaban sangrando.

¿Qué estaban haciendo aquellos dos hombres con ella? ¿Morderla? ¿Chupándole la sangre? Pero aquello era imposible… ¿Por qué harían eso?

Y ahora un perro enorme, de apariencia espeluznante, apareció de la nada. Se aproximaba lentamente, mordiendo y destrozando a todo aquel que se le acercaba mientras iba directo hacia ellas.

Tembló de miedo y los dientes le castañearon, con la sola idea de ser devorada por aquella bestia inmunda. Pero el animal no las atacó. Todo lo contrario, parecía que las estaba protegiendo; las cosas sin dudas se ponían cada vez más extrañas.

Y cuando vio a los hombres que la habían atacado a ella y a Eleanor con largos colmillos asomando por sus bocas, comprendió que se trataban de vampiros. El de la barba era el único que no tenía, o al menos, no los mostraba.

¡Oh, Dios mío! ¡Los vampiros existían y ellas estaban allí atrapadas con ellos alrededor! Y para colmo, no paraban de aparecer más y más de esas criaturas.

Pero entre todos los recién llegados, un hombre rubio de larga cabellera destacaba entre ellos. Iba vestido todo de negro y de cuero. Por lo visto, no era muy amigo de los otros, ya que los estaba atacando. Blandía un largo látigo y con el mismo comenzó a dar diestro y siniestro a todo aquel que se atrevía a desafiarle.

¡Por fin tenían ayuda!, pero Jennifer no creía que una sola persona pudiera con toda esa horda de vampiros.

El ladrido de otro perro igual de intimidador o más que el anterior, apareció junto a ellas y al igual que el otro, parecía que no tenía intenciones de hacerles daño, sólo de protegerlas.

¿De donde salían esos extraños animales?, ¿qué estaba pasando? Jennifer no encontraba respuestas a todas sus dudas, solo sabía que al rubio lo superaban con creces en número.

El hombre la miró intensamente y le dijo con firmeza:

—No te muevas de aquí, ¿entendido?

Pero ella no quería seguir en aquel horrible lugar, esperando a que la muerte viniera a por ella.

Miró al coche de su amiga que no estaba muy lejos de donde ellas se encontraban. Quizás si logro ser lo suficientemente rápida, tal vez pueda llegar al coche y escapar de este infierno. Solamente tenía que coger las llaves que Eleanor tenía en el bolsillo, echar a correr mientras los demás peleaban y montar en el auto.

Le daría gas y se acercaría a por su amiga, la cuál sin duda necesitaba urgentemente atenciones médicas. Y si alguno se tropezaba en su camino, lo atropellaría sin dudarlo dos veces. ¡Aquellos cabrones que lastimaron a su mejor amiga, se merecían pagar por ello! Luego llamaría a la policía y a la ambulancia, les daría la dirección de aquel asqueroso lugar; la decisión estaba tomada.

Se arrastró lentamente hacia el cuerpo inerte de su amiga, con los ojos aún anegados en lágrimas.

No, no puede estar muerta. Tiene que estar viva, se repetía una y otra vez, aferrándose a la esperanza.

Cuando al fin la alcanzó, tocó su pulso con manos temblorosas, pero nada, no lo encontraba. Acercó su oreja al pecho de la muchacha, esperando encontrarse con sus latidos, aunque fuesen débiles, pero tampoco los escuchó.

Su llanto se volvió un sollozo y cuando al fin se calmó, decidió con más ahínco llevar a cabo su plan: se llevaría a todos los que pudiera por delante.

Con las llaves ya en su poder, echó a correr todo lo que sus piernas temblorosas fueron capaces, hasta que estuvo junto a la puerta del vehículo. Pero no alcanzó a abrirla. Un cuerpo pesado cayó sobre su espalda, tirándola al suelo cuando se produjo el fortuito contacto.

Intentó girarse para ver qué era lo que pasaba, pero unos colmillos clavándose en su hombro la hizo detenerse y gritar de dolor. Segundos después, otro vampiro de pelo largo y blanco se unió, mordiéndola también.

Aquello era insoportable y cuando creía que se iba a desmayar por esa horrible agonía, el que le estaba clavando los colmillos en el antebrazo la liberó.



***



Mitchell saltó al tejado del último edificio y se asomó por la cornisa del mismo; lo que vio allí abajo le hizo hervir la sangre.

Su amigo Dylan estaba allí, junto con su mascota y la suya, destrozando y mutilando a una multitud de vampiros y demonios.

¡Al fin algo de diversión!, pensó para sí mismo, a la vez que sonreía deleitándose con la idea de machacar y hacer sangrar a esos bastardos, pero cuando su mirada cayó sobre una mujer que estaba allí atrapada, en medio de esa sangrienta batalla, su expresión cambió de golpe. La rubia se encontraba tirada en el suelo junto a un auto, con un vampiro sobre su espalda y otro inclinado sobre ella a la vez que la mordía en un brazo, gritando de dolor; los vampiros la estaban drenando.

Hora de trabajar —susurró, para luego lanzarse al vacío.

Nada más tocar el suelo con sus pies, agarró del pelo a uno de los atacantes de la rubia. Tiró de él fuerte, lazándolo lejos de la muchacha. Con los ojos chispeando de rabia, se lanzó de nuevo sobre él, blandiendo sus dagas.

En ese momento, el otro vampiro que la estaba atacando junto con un segundo, aprovecharon la ocasión para salir corriendo de allí, huyendo como dos perros asustados con el rabo entre las piernas. Pero él no podía ahora encargarse de ellos, tenía un asunto pendiente con el vampiro de melena blanquecina que había mordido a aquella pobre muchacha.

Si llega a demorarse un poco más, la hubieran dejado seca. De eso estaba seguro.

Lo golpeó duramente con la pierna, dándole patadas en el pecho y en la cara. Por último, dio un giro en el aire y cuando cayó sobre el vampiro, sus dagas se clavaron profundamente en su garganta. Giró las muñecas con un movimiento calculado y el cuello cedió, quebrándose y dejando la cabeza colgando en un ángulo doloroso.

Finalmente el cuerpo se desintegró en pocos segundos.

Aún no había terminado de observar como aquel vampiro se evaporaba, cuando notó la presencia de un demonio barbudo que venía por detrás. Sin darse la vuelta, lanzó el brazo hacia atrás y le golpeó los morros con el codo. El hombre gritó de dolor, pero no le dio tiempo a más, Mitchell se encargó de silenciarlo para siempre. Hundió sus armas una y otra vez sobre su pecho, a la altura del corazón del engendro, hasta que este desapareció también.

Mientras avanzaba hacia la hermosa rubia que estaba semi inconsciente en el suelo, machacó, desmembró, mutiló hasta la muerte, a toda criatura que osaba a desafiarle.

Al fin llegó a ella, la tomó en sus fuertes brazos y se acercó a su colega. Aquel temible exterminador había hecho un buen trabajo, a pesar de haber bebido; las manchas de sus ropas y todo el caos que reinaba en el lugar, daba constancia de ello.

¡Ey, Mitchell! —le saludó, Dylan.

¿Estabas de fiesta y no pensabas invitarme? —preguntó irónicamente.

Siempre te apuntas a última hora... ¿Para qué molestarme en avisarte antes? —dijo en broma, mientras le estrechaba la mano, en cuanto lo tuvo a su lado.

Luego los dos hicieron un recuento de daños: sus mascotas estaban bien, algo jadeantes y agotados, pero sin daño alguno aparente; y la chica que transportaba Mitchell en las manos, aunque estaba herida, seguía con vida. La pelirroja, no había tenido tanta suerte.

Mitchell miró de nuevo a la mujer que llevaba entre sus brazos y comprobó que sus constantes vitales eran correctas. Todo bien con ella.

Dylan, dos de ellos lograron escapar —le dijo con voz seria—. ¿Sabes lo que eso significa?

Que la rubia que sujetas, está en peligro y no puede regresar a su casa —susurró Dylan, siendo consciente de la gravedad de sus palabras.

—¿Y ahora qué? —preguntó Mitchell— ¿Qué hacemos con ella?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¿Qué va a pasar?! Arrrggg Me alegra que la hayan salvado, pero Sarai... T.T Bueno, espero el siguiente capitulo!! Besos

Ainhoa dijo...

Me he puesto al día con esta historia!! :D Estoy superintrigada por lo que pasará. Que penita me ha dado Sarai T_T Me caía bien, a pesar de que haya salido poquito.
Saludos!!!