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lunes, 29 de julio de 2013

Pasión Desenfrenada: Segunda Parte

Ella alargó la mano hacia la barra y cerró la caja de madera, para luego guardarla de vuelta en su bolso y ponérse éste colgado del hombro. Luego se dejó guiar por él hacía la puerta, abandonando ambos el local, en un incómodo silencio. Fuera, en los aparcamientos, se encontraba el coche oficial de la Guardia Civil. Ambos tomaron asiento sin decir nada en ningún momento y luego él lo puso en marcha.
Jane, ahora más calmada, y por lo tanto, más consciente de lo que estaba haciendo y a punto de hacer, se replanteó las cosas, no sabiendo con certeza si haría bien yéndose con un total desconocido para darse un revolcón con él. Ella, con sus veinticinco años, no era de esas mujeres que se lanzaban a los brazos del primer hombre que le decía <<que ojos más bonitos tienes>>, ni tampoco se tiraba a cualquiera en la primera cita. Y eso que lo de esa noche, ¡no era ni siquiera un cita realmente! ¡¿Qué demonios estaba haciendo entonces? ¿Qué estaría pensando él de ella? ¿Que era una cualquiera? Con un movimiento apenas perceptible de su embotada cabeza, Jane desterró esos insanos pensamientos y complicadas preguntas de su mente, para que dejaran de atormentarla.
    Lo que Jane tenía claro como el agua cristalina, era que hacía más de un año que no mantenía ningún tipo de relación con un hombre y que éste la ponía realmente cachonda, como nunca antes había estado. ¿Sería quizás el morbo de saber que se trataba de un agente de la ley sensualmente uniformado? Jane no lo sabía, pero fuesen  las razones que fuesen la que la llevaron a ser descarada con él y haber accedido a esa locura, la cosa era que lo estaba haciendo y, aunque ni ella misma se lo creía, la pura realidad era que no se arrepentía y que realmente lo deseaba; había llegado la hora de romper su autoimpuesto celibato.
Mientras pensaba en todo eso, con la mirada distraída mirando por la ventanilla del auto, su acompañante redujo la velocidad y con un suave giro del volante, giró en la siguiente calle, a la derecha. Pronto llegaron ante las dos grandes puertas del cuartel de la Guardia Civil. Detuvo el coche para enseñar su identificación a los dos guardias que la custodiaban, y tras un intercambio de saludos, lo puso otra vez en marcha, atravesando las puertas recién abiertas.
Debí suponer que vivías aquí, en el cuartel comentó de pasada Jane para romper el hielo. Él simplemente asintió con la cabeza, sin dejar de prestar atención a la conducción.
Se acercó con el vehículo oficial a unos aparcamientos donde habían otros tantos estacionados, y lo aparcó. Ambos se apearon del vehículo sin comentar nada más, hasta que él dijo con voz seria:
Espera un momento aquí ella asintió y se cruzó de brazos, mientras se apoyaba en el capó del coche y lo veía acercarse a las oficinas.
Tras las ventanas de las mismas, iluminadas con la luz del interior de la instancia, Jane le vio entregarle las llaves del auto a la recepcionista. Ésta le tendió al recién llegado unos papeles, y tras éste leerlos y rellenarlos, se los devolvió junto con una sonrisa. La cincuentona se la devolvió, tomando de vuelta los papeles y archivándolos.
Salió de nuevo para reunirse con ella y cuando estuvo al lado suyo, le hizo un gesto para que lo siguiera. Jane eso hizo, aunque estaba algo incómoda con toda esa situación, pues ahora él se comportaba como distante, sin acercarse siquiera ella, como si el fuego que a ambos les había consumido minutos atrás, se hubiera evaporado y extinguido del todo.
Suspiró con resignación y se dijo, que todavía estaba a tiempo de darse la vuelta y largarse, si veía que las cosas no volvían a ser como antes; No se arrepintió de haberlo seguido, en vez de haberse echado atrás como se estaba planteando esos últimos minutos, pues en cuanto entraron en el ascensor del edificio de cuatro plantas en el que habían ingresado, su acompañante se lanzó nuevamente a devorarle la boca, con un hambre contenido y ahora desatado. Una vez más, ella se dejó hacer, devolviéndole el beso y quemándose de nuevo con su abrasador fuego. 
Notó la fría pared de acero tras su espalda, pero no le importó, como tampoco le importó sentirse acorralada mientras era devorada por aquél macho dominante que la tenía atrapada entre sus garras. Se sentía viva, deseada, como nunca antes se había sentido, y eso, en cierto modo, la aterraba, pero era tal la pasión y la lujuria la que sentía en esos momentos, en sus brazos con las bocas unidas, que no se paró a pensar en ello.
El pitido que avisaba que en breve las puertas se abrirían, rompió la magia. El hombre, del que ni siquiera conocía su nombre, se separó de ella, dejándola con una desagradable sensación de vacío. Jane aprovechó su lejanía, para mirarse fugazmente en el espejo. Se quedó sorprendida, y algo maravillada, al encontrarse con que el mismo le devolvía la imagen de una sonrojada mujer, con la coleta desarreglada, las mejillas ruborizadas y los labios deliciosamente hinchados. Sonrió a la imagen antes de salir del ascensor, tras su futuro amante.
Éste, se detuvo delante de una de las dos puertas que habían en aquella planta, y le dijo que esperase un momento fuera. Aquello la dejó toda extrañada, pero no dijo nada al respecto y obedeció. Lo vio entrar en el piso, después de abrir la puerta, y desaparecer tras ésta, sin cerrarla del todo tras de sí. Curiosa, Jane se acercó a ella y miró por la rendija. Lo vio acercarse a un sofá blanco donde había otro hombre tumbado, y por la cara que gastaba cuando se vio sorprendido por el recién llegado, éste estaba sobando.
¡Hey Max! exclamó con voz soñolienta ¿Que hora es? preguntó mientras se desperezaba y bostezaba de manera descarada.
Son más de las doce de la madrugada le respondió, mientras se ponía a recoger cosas por ahí. Anda, ayúdame a recoger las cosas de Michelle, que tengo visita y no quiero que las vea...
Jane frunció el ceño tras aquella confesión, extrañada de su comportamiento tan raro, y preguntándose quién coño era ese tal Michelle... ¿Su novia quizás?
¿Visita? preguntó el otro con incredulidad, mientras le ayudaba a recoger cosas que habían por el suelo y por encima de los muebles. Jane, desde su posición, no lograba ver qué eran ¿Has traído una mujer a casa? Jane no oyó lo que el otro le decía, supuso que simplemente habría asentido con la cabeza ¡Vaya!, ¡ya era hora que olvidaras a tu esposa y activaras de nuevo tu sexualidad dormida! exclamó con sinceridad, haciendo que Jane se quedara estática, sin saber cómo reaccionar ante tal comentario. "¿Había estado casado? ¿Lo estaba todavía? ¿Debería importarle acaso?, se suponía que él sería un polvo de una noche, ¿no?" Tras estas nuevas preguntas, Jane quedó más confundida todavía.
Shhh le recriminó el otro Baja la voz Sam, está ahí afuera, en la puerta, y puede oírte le regañó.


Tras esa advertencia, Jane no logró escuchar nada más, solamente llegaban hasta ella los sonidos que esos dos hacían mientras seguían guardando aquellas cosas que tanta curiosidad despertaban en ella.
Max, las fotos, no te olvides de ellas dijo ese tal Sam. Unos minutos después, oyó a Max, el hombre que pronto la llevaría a su cama para que se la calentara, decirle:
¿Que tal te ha ido con Michelle?
Bien, algo cansado...  un nuevo bostezo— Ya sabes que ella sabe cómo consumirle a cualquiera todas sus fuerzas y resistencia, pero bien al fin y al cabo respondió con cansancio.
Gracias por todo hermano le dijo Max.
No hay de qué, para lo que haga falta, aquí estoy, ya lo sabes... le respondió éste.
Luego se oyeron pisadas que se acercaban a la puerta. Jane se alejó de ésta con nerviosismo, sin saber con certeza cómo actuar y qué debería hacer. Al final optó por apoyarse en la pared que se encontraba justo enfrente de la puerta, y esperar a ver qué pasaba ahora.
Perdona la tardanza se excusó Max nada más asomar por la puerta, seguido de Sam, un hombre con un enorme parecido con él, pero más menudo y delgado—. He tenido que atender a mi hermano Sam, que se va ya...
          —Encantado de conocerte... dijo el aludido, extendiendo una de sus manos, esperando a que ella dijera su nombre y se la estrechara. 
          —Jane le respondió ella, aceptando la mano que se le ofrecía. Tras la escueta presentación, Sam se giró para enfrentar a su hermano, le hizo un gesto con las cejas, en plan "¡Hermano, que pedazo tía te llevas al huerto!", y tras dedicarle una picarona sonrisa a Jane, ingresó en el ascensor y desapareció de la vista de los dos.
          Una vez solos, un incómodo silencio se apropió de ambos, que se miraban ahora con timidez. Max lo rompió, haciéndose a un lado e invitándola a pasar. Jane, algo azorada con aquella extraña situación tan comprometedora, lo siguió en silencio, mientras la cabeza se le llenaba de preguntas e incertidumbres, pero cuando lo vio de espaldas a ella, sacando un par de copas de uno de los armarios de la cocina americana que había nada más entrar al salón, con aquél uniforme que tan bien le quedaba, ciñéndose en su prieto y hermoso trasero, su mente quedó en blanco y el deseo apenas apaciguado, volvió a resurgir.
          —¿Vino? le ofreció tras sacar una botella sin abrir del frigorífico— ¿O prefieres quizás otra cosa?
          —Sí a las dos preguntas respondió ella juguetona, logrando que él esbozara una sonrisa ladeada.
          —Buena respuesta, veo que los dos coincidimos en lo mismo entonces... le aclaró él mientras llenaba ambas copas con aquél líquido rojizo. Le ofreció una y apoyándose en el borde de la encimera, comenzó a beberse la suya, sin quitarle a Jane el ojo de encima.
          Ésta, ahora algo ruborizada debido al calor sofocante que la estaba consumiendo por dentro, más el verse bajo el peso de su mirada verdosa y debido al vino que se había bebido de un trago, le sonrió tras dejar su copa vacía en el fregadero que estaba al lado suyo, y se acercó a él con andares seductores, meneando las caderas en un vaivén enloquecedor que a Max le robó un jadeo casi inaudible.
          Ante la atenta mirada del Guardia Civil, Jane le arrebató la copa medio vacía, y de otro único trago, se la terminó, para luego dejarla olvidada sobre la repisa de la cocina y tomarlo a él del cuello antes de robarle un apasionado beso. Max no se quedó atrás y saboreó el sabor a vino de sus labios, ahora frescos y embriagadores, mientras le agarraba con firmeza, las nalgas con ambas manos. Ella, en respuesta, tras jadear entre sus bocas unidas, levantó las piernas y las afianzó sobre su estrecha cintura, para dejarlas ancladas en sus caderas; ahora ambos sexos se rozaban mejor y él podía notar su humedad ahí abajo y ella su dureza...
          Cuando ambos se vinieron a dar cuenta, estaban encima de la cama, besándose y acariciándose sin control alguno, dando rienda suelta a la pasión desenfrenada que los absorbía. A Jane no le importaba no haber sido consciente del momento en el que él, llevándola aferrada a él de esa manera tan íntima, la había llevado por el pasillo hasta aquél dormitorio con una enorme cama de matrimonio; Lo único que realmente le importaba era aquél momento mágico que estaban compartiendo.
          —¡Joder nena! rugió Max cuando se separaron lo justo para poder tomar un poquito de oxígeno— ¡No sabes lo caliente que me pones! aquella confesión hizo que Jane mojara todavía más su tanga— Creo que primero debería darme una ducha... ella lo miró extrañada, con los ojos brillantes y dilatados debido a la pasión que la consumía— Llevo todo el día trabajando con este insoportable calor y...
          —Por mí no hace falta que te molestes dijo Jane interrumpiéndole, rezando por no parecer desesperada
          Max negó con la cabeza, se quitó de encima de ella y se puso en pie, cuán largo era. La miró con el hambre por ella todavía dibujado en sus pupilas y le dijo mientras comenzaba a desabrocharse la camisa del uniforme:
           —Créeme, me hace falta... y luego añadió con aquella voz tan ronca por la excitación que a Jane tanto le gustaba:— Voy a usar el cuarto de baño que hay fuera, junto al salón. Si tú quieres, puedes utilizar el que hay ahí señaló una puerta que estaba al fondo del dormitorio.
          Sin decir nada más, salió por la misma puerta por donde minutos antes los dos habían ingresado y la dejó sola, insatisfecha, ardiendo de deseo y totalmente empapada en sus propios jugos. Con un suspiro de resignación, se puso ella también en pie y se fue al cuarto de baño que Max le había indicado y le dio uso a la ducha, pero sin lavarse el pelo puesto que lo llevaba limpio de esa misma mañana.
          Mientras, a unos cuantos metros de su posición, estaba un desnudo y erecto Max, masturbándose mientras se duchaba y gotas tibias de agua se deslizaban por su masculina anatomía. Hacía tanto tiempo que no se desahogaba, que temía no estar a la altura ante aquella apasionada y atractiva mujer que lo ponía a cien, que pensó que sería mejor desfogarse primero antes de ir a su encuentro; Y eso hizo, bombeó su largo eje con decisión, mientras imaginaba que su mano era el sexo de Jane y que su verga se estaba enterrando en ella una y otra vez, una y otra vez...
          Diez minutos después, estaba un medio satisfecho Max, terminando de secarse, para regresar de nuevo a su dormitorio. Pero antes de abandonar el baño, recogió las pertenencias de Michelle y las metió todas en la cesta de mimbre de ropa sucia que había allí, por si acaso Jane se le ocurría entrar en aquél lugar a lo largo de su visita; así, en ese caso, no las vería.

5 comentarios:

lyd dijo...

Muy buen capitulo, espero que publiques pronto el siguiente :)

Lectora Nocturna dijo...

Sedienta!!!

Sabes que tus letras me enamoran y apasionan. Un capi espectacular como siempre y espero que las musas no se vayan de vacaciones para que sigas escribiendo como un ángel. Que sigan fluyendo esas palabras en tu cabecita loca para luego plasmarlas en un papel

Mordiskos Sangrientos

Pandora Verdandi dijo...

Hola, me gustaría invitaros a Pandora Awards. Espero que os paséis y le echéis un vistazo! ^^

Sex Shop dijo...

Muy buenoooooo!!!!!!!!

Daniela Marconi dijo...

Uff sexy sexy te dije que me encantan tus descripciones? Max sin duda tiene un problema con su ex mmm espero no se complique.Bueno me voy a leerla tercera parte besos